elmuitec
4 min readOct 15, 2020

--

Seamos el cambio que exigimos

Por Martha Daniela González Soto

Este verano académico estuvo repleto de varias experiencias valiosas, así como de contenidos relevantes para el ambiente político y social de nuestra actualidad, mostrando una realidad alejada de la narrativa occidental caritativa, también llamada coloquialmente como la narrativa del “salvador blanco”. En este breve escrito se describirán los momentos y contenidos fundamentales de este verano, los cuales impactaron en la visión, entendimiento y conocimiento cultural de quién lo escribe, enfatizando en porque esta región debería estar en el centro del escenario político y social de nuestro país, y por último concluyendo en cómo lo adquirido impactará en un futuro en la perspectiva profesional de quién lo escribe.

Debido a que este es un escrito breve y no un ensayo académico formal, solo se mencionarán algunos de los aprendizajes obtenidos en este verano, los cuales no se presentan en ningún orden jerárquico, siendo todos de igual relevancia.

La primera plática, lamentablemente incompleta por falta de tiempo, acerca del contexto general de Chiapas fue, en una sola palabra, impactante, y no en el sentido positivo de la palabra. Como humanos, desde mi experiencia empírica, es difícil dimensionar el 6.0% de población no vulnerable en Chiapas (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social [CONEVAL], 2018) porque entonces uno tendría que dimensionar un 94% de población vulnerable, pobre o en extrema pobreza, en un estado con 5,128 millones de personas, haciendo cuentas estamos hablando de un estado con 4,820,320 de personas vulnerables, en diferentes grados de pobreza. En esa primera plática no solo vimos la belleza natural de Chiapas, fuimos confrontados por una existencia llena de violencia, poca educación, limitación de servicios esenciales, desplazamientos y baja responsabilidad por parte del Gobierno del Estado. Y pensar que apenas habíamos empezado.

Los problemas de Chiapas no es una cuestión de fallas de un gobierno anterior o de una caída reciente en su economía, el problema tiene unas raíces históricas arraigadas desde hace siglos. De sus encuentros con los indígenas mames de Chiapas, Hernández Castillo (2001) relata “…un anciano mam me habló por primera vez de la “ley del gobierno”, que prohibió el idioma y quemó los trajes […] El resentimiento marcaba la narración de don Manuel, de cuando “el idioma se quedó guardado y el tiempo nos llevó al olvido”.” Basta con investigar un poco acerca del pasado de las comunidades indígenas para darse cuenta de que si han sobrevivido ha sido por una voluntad de acero y el deseo puro de seguir, me atrevería a decir que fueron tratados muchas veces como los judíos durante el Holocausto o los esclavos afroamericanos de Estados Unidos, sometidos a condiciones laborales inhumanas, a violaciones forzadas con el fin de formar “la raza cósmica” de Vasconcelos, a enfermedades sin atención médica y a un esfuerzo nacional de borrar sus tradiciones y costumbres; ya lo había dicho un profesor mío, México conmemora al indio muerto mientras desaparece al indio vivo.

A partir de ahí uno desea alejarse, apartarse de esa situación y decirse a sí mismo “Bueno, pero ¿y yo qué?, eso es culpa del gobierno, de la historia, de la discriminación, habrá que arreglarlo…”, y con eso uno se aparta, con esa promesa sin intenciones de cumplirla, hasta que se tiene enfrente a alguien que no puede apartarse, en nuestro caso Tania Mejía, Marcos Girón, Jorge Chanona, el padre Alfredo y Alberto López. Ahí no hay forma de apartar la mirada, no cuando la persona con la que hablas te cuenta de sus carencias, de su enojo, de la frustración, del miedo al narcotráfico, y mucho menos cuando te habla de sus sueños, de sus esperanzas, de un futuro en dónde la pobreza sea cosa del pasado, ahí no hay forma de apartarse ni hay intenciones de hacerlo.

Es un sentimiento complicado de describir, es cómo si de repente el corazón pesara más, uno se siente responsable, ávido de tender la mano, de unirse como uno más en este esfuerzo colectivo de cambiar el futuro.

Este último párrafo me lleva mi conclusión, ¿qué impresión me ha dejado todo esto y cómo puedo, desde mi profesión, aprovecharlo? Muchos en mi profesión sueñan con dinero, éxito, codearse con celebridades, ser reconocido por sus colegas como el más creativo, el más ingenioso o el que ha ganado premios importantes en el campo de la publicidad, hay incluso algunos que desean meterse al campo político por las razones equivocadas, se les promete mucho dinero y conexiones seguras para una vida de trabajo bajo el mando de una persona deshonesta, corrupta o indiferente. Yo, después de lo que he visto, de lo que he leído y de lo que me han contado, no puedo permitírmelo; espero en un futuro trabajar con más marcas como Kolaval, tal vez no nade en dinero, como varios de mis colegas, pero me sentiré satisfecha de saber que he colaborado al cambio.

--

--

elmuitec

el mui (ex museo tec) >> Entrevistas, insights y noticias. Información fresca y relevante.