Densidad Urbana. Un Vacío en el Caos.

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9 min readJul 8, 2020

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Por Carlos Mendoza Cuateco

¿Vivimos la ciudad o la llenamos?

El siguiente ensayo aborda uno de los temas más recurrentes en la actualidad en cuanto a urbanismo: la densidad y ordenamiento. Dicho tema puede ser estudiado desde diversas perspectivas, pero en este caso analizaremos la forma en la que los espacios vacíos ubicados en los patrones morfológicos son un problema de ordenamiento territorial; al mismo tiempo tienen una fuente potencial de reordenamiento y distribución de espacios.

De igual forma, se hará referencia a las supermanzanas, un concepto que surge en la modernidad, pero que ante las necesidades que se tienen en la actualidad puede resultar innovador y funcional. Recordemos que, en proyectos de vivienda multifamiliar y desarrollos habitacionales como Nonoalco Tlatelolco o el Centro Urbano Presidente Alemán, ambos ubicados en la Ciudad de México, se emplea dicha característica con la finalidad de crear comunidad y accesibilidad a servicios básicos.

Así, explorando las bondades de las supermanzanas y ubicando el carácter potencial de los vacíos, podemos ser capaces de proponer nuevas formas de hacer ciudad compacta, útil y capaz

de propiciar una mejor calidad de vida y reducir brechas sociales, económicas y laborales.

Caminar la ciudad se hace a ritmos diferentes que generan percepciones opuestas. No siempre tenemos la oportunidad de detenernos a observar y apreciar cada elemento que la conforma.

Como consecuencia, la forma de habitar es cambiante para cada individuo en metrópolis, no sólo de México, sino también de todo el mundo, sin embargo, una de las constantes que podemos encontrar es la aparente densidad en la que cada metro cuadrado está ocupado por concreto, tabiques, vendedores ambulantes, mobiliario urbano o carpetas asfálticas.

Ante dicha ocupación del suelo en espacios públicos y privados, debemos cuestionarnos si el ordenamiento territorial existente también responde a la calidad de vida de cada habitante o sólo es parte de un lleno material que no sólo carece de planeación, sino que además ha sido improvisado con el transcurrir de ciertas épocas incluso relacionadas a periodos políticos.

Como lo menciona Eduardo Zaragoza en su texto “Ciudad Vacía”, “Al hablar de redensificación, es común que hagamos referencia al aumento de la relación existente entre viviendas y habitantes por hectárea”1. Dicho concepto suele emplearse en parámetros que comúnmente justifican planes municipales, estatales e incluso federales, pero, al detenernos a observar cartas de distribución de dichos habitantes, podemos encontrar fenómenos como hacinamiento o desocupación, ambos, en extremos preocupantes.

Para ejemplificar con mayor claridad los puntos antes mencionados, es necesario abordar casos específicos y conocer las políticas urbanas en torno al tema. Además, debemos conocer los ideales que proponen como debe ser la densificación; así, Lucia Martín, en su texto “La Ciudad Intensa” nos dice que existen tres conceptos de esta, los cuales son: Ciudad Compacta, Ciudad Densa y Ciudad Intensa.

Con base en los conceptos previamente mencionados y el planteamiento de un problema general que podemos describir como una serie de patrones de llenos y vacíos sin sentido alguno, considero oportuno responder a interrogantes como ¿La distribución de vacíos (espacios públicos como plazas y jardines) cumplen realmente su función como catalizadores de la densidad poblacional en la ciudad? ¿Estamos habitando la ciudad o sólo nos hemos dedicado a llenarla? ¿La distribución del espacio es democrática o nos encontramos ante un fenómeno de desplazamiento de las poblaciones vulnerables sin brindarles los medios necesarios para generar sus propias condiciones de vida bajo necesidades particulares?

Densidad aparente ¿Cómo afectan los vacíos a un conjunto urbano?

La aparente ocupación de los espacios de la ciudad ha generado la expansión de la “mancha urbana” hacia la periferia, lo cual, implica en un principio dificultades técnicas y económicas para poder llevar servicios básicos hacía comunidades que si bien, se encuentran marginadas, siguen formando parte de un conjunto urbano excluyente e incapaz de generar diálogos democráticos entre sus habitantes.

Si observamos los patrones de espacios vacíos, entendidos como espacios públicos y áreas verdes, podemos encontrar ciertos ejes compositivos en la morfología urbana que los conectan de forma eficiente, en algunos casos, siendo vacíos funcionales, sin embargo, los niveles de desocupación de edificios de Centros Históricos, como es el caso de la ciudad de Puebla, también generan vacíos físicos y virtuales con un carácter pasivo ante los problemas previamente mencionados.

De acuerdo al “Estudio Territorial: Puebla- Tlaxcala, México 2013” realizado por la OCDE, en la Ciudad de Puebla, más del 70% de espacios destinados a urbanizarse en el perímetro metropolitano, se encuentran desocupados, ya sea por terrenos baldíos o edificios abandonados.

Ante estas cifras, es importante hacer una reflexión acerca de las responsabilidades que implica la tenencia de la tierra y/o el espacio construido, siendo una tarea conjunta de instituciones gubernamentales y particulares.

La desocupación previamente mencionada, genera problemas que van más allá del abandono, que por sí mismo, implica riesgos físicos y contaminación visual; también es capaz de ampliar la brecha social en grandes urbes. Así, podemos mencionar el caso del municipio de Valle de Chalco en México, un caso particular estudiado por Jesica Amescua en su texto “Paisaje Natural, Paisaje Urbano”, en el cual hace mención de dicha comunidad como una zona habitada y realizada a través de la autoconstrucción.

Valle de Chalco, es el claro ejemplo de los problemas generados a partir de la falta de aprovechamiento de los vacíos dentro de la ciudad. Originalmente, dicha zona se trataba de un área destinada a la generación de alimentos para la Ciudad de México, es decir, para cultivo, sin embargo, con la expansión de la mancha urbana, Chalco empezó a fragmentarse en lotes para la venta irregular de los mismos. Eventualmente, la falta de regulaciones y la carencia de

programas de desarrollo urbano generaron vulnerabilidad, inseguridad y problemas socioeconómicos. El caso de Valle de Chalco nos lleva a comprender la cadena de circunstancias generadas a partir de la falta de optimización de los espacios en la ciudad; y cómo esta situación, podemos observar cientos de casos en más estados del país. Ante estos planteamientos, nos podemos preguntar, ¿Estamos habitando los espacios o sólo intentamos llenarlos?

¿Habitamos o sólo ocupamos espacios ineficientemente? Modelos urbanos.

¿Habitamos o sólo ocupamos espacios ineficientemente? De acuerdo a la teoría de densificación

a través de “Ciudad Intensa” debemos tener un “Consumo inteligente del espacio; participación y alta conectividad (…) Mediante acciones estratégicamente diseñadas de menor escala que las urbanas se puede construir o consolidar un tejido urbano para que sea más denso, diverso, activo y adaptable.” 2.

De esa forma, es relevante comprender que el pensar en la ciudad no sólo se debe hacer desde una perspectiva aérea de escala macro, obtenida gracias a tecnologías que, si bien nos han dado una nueva forma de ver las urbes, nos han segado en otros aspectos; sino que debemos comprender que las partes conforman un todo, y dichas partes pueden ser desde la célula mínima de la vivienda, hasta complejos habitacionales, culturales y/o gubernamentales. Una vez que seamos capaces de entender cada parte como un elemento capaz de aportar conectividad y unificar para reducir brechas sociales desde la arquitectura, tendremos la oportunidad de habitar la ciudad en nuestras rutinas diarias, conectándonos sin perder el derecho a la privacidad propio de todo ser humano.

Analizado dicho modelo de “Ciudad Intensa”, así como su estrategia propuesta para habitarla, también debemos entender la situación en la que nos encontramos actualmente, sin perder el punto de partida referente a los vacíos ineficientes en la misma. El modelo de ciudad densa (que posee la mayor parte de las ciudades latinoamericanas) es subjetivo y ambiguo, generando situaciones de éxito bajo ciertas condiciones, y de conflictos ante otras totalmente diferentes. La ciudad densa surge como un concepto moderno, adoptado por arquitectos como Le Corbusier, y se basa en el número de habitantes que puede albergar cierto territorio con dimensiones definidas, ej. Hab/km2, Hab/m2, Hab/hec, etc. Sin embargo, el modelo no contempla variables como la conectividad o la escala humana que, finalmente, es hacia la cual se debe dirigir. ¿Cómo afecta el modelo mencionado, generando vacíos y provocando la expansión de la mancha urbana de forma desmedida? El hecho de cuantificar únicamente la densidad de un espacio determinado sin considerar diversas variables, no nos arroja datos precisos de cómo dicha densidad está distribuida, podemos decir, por ejemplo, que, en un cuadrado de 10 metros por 10 metros, habitan 5 personas, pero no sabemos si su distribución permite que cada una tenga 20m2 o las 5 se encuentran hacinadas en 2m2.

Por dicha razón, no nos es posible cuantificar con facilidad los espacios que pueden ser aprovechados para ser habitados por más personas, evitando extender la mancha urbana. Por otra parte, existe el modelo de “Ciudad compacta” cuya finalidad es reducir distancias con terrenos de usos diversos. Con dicho modelo, se puede repensar la responsabilidad que todo individuo tiene sobre la tenencia de tierras o edificaciones y actuar de forma responsable en cuanto a los planes de aprovechamiento urbano de cada metro cuadrado de la ciudad que nos permita habitarla y no sólo llenarla. Dicho lo anterior, debemos cuestionarnos ¿Cómo lograr la democratización de los espacios, sin afectar a los diferentes sectores sociales involucrados en hacer ciudad?

Reducir la brecha para ampliar la densidad.

La reducción de la brecha mediante la ocupación asertiva de los vacíos ineficientes es sólo uno de los métodos que pueden ser aplicados para la mejora de las condiciones de vida de más de un

sector social. Retomando el caso mencionado de Valle de Chalco y sus puntos positivos, debemos

mencionar que, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, formaron grupos de habitantes capaces de organizar y solucionar problemas propios de la comunidad, sin embargo, en la década de 1990, dichos grupos se vieron disueltos debido a la intervención gubernamental por intereses políticos.

La capacidad de diálogo y acción mostrada por los habitantes de Chalco en periodos previos, deben ser tomados como fiel ejemplo de la participación comunitaria para la toma de decisiones.

Si acudimos a diseños colaborativos de la ciudad y planteamos la interrogante ¿Qué podemos hacer con los vacíos? Y ¿Cómo podemos hacerlo? Obtendremos una serie de soluciones planteadas desde la raíz misma de las necesidades propias de las poblaciones vulnerables y evitaremos dar continuidad al ciclo vicioso de diseño desde perspectivas ajenas a ciertos sectores de la población.

Por otra parte, la difusión oportuna de atlas de riesgos realizados por las autoridades correspondientes, así como la aplicación de las normas, permitiría que los habitantes desplazados no construyan en áreas de riesgo. Si como actores de las urbes, podemos contribuir al desarrollo de planes estratégicos que contemplen a toda la población y de igual forma, nos responsabilizamos y promovemos el uso adecuado de la tenencia de la tierra, entonces, las densidades esperadas para la ciudad no sólo responderán a un número que implique llenar edificios de vivienda vertical, sino que también abrirán paso a una mejor calidad de vida.

Es evidente la carencia que existe en ciertas regiones de México, con respecto a planes de desarrollo urbano que sean capaces promover un uso responsable de cada espacio. Por otra parte, como se ha mencionado con anterioridad, dicha falta de planeación ha desplazado a grupos de habitantes vulnerables, creando ciudades fuera de la escala humana. Si reflexionamos cada uno de los casos descritos en este ensayo, seremos capaces de tomar decisiones que respondan a la ocupación de los vacíos de forma eficiente. La ocupación de los mismos no sólo implica construir en ellos, pue, pueden destinarse a zonas de recreación, aprendizaje o pulmones urbanos.

Por otra parte, es fundamental difundir los diferentes esquemas de datos que plantean los conceptos de “Ciudad Densa”, “Ciudad Intensa” y “Ciudad Compacta”, con la finalidad de aplicarlos acorde a las necesidades, lo cual no implica que uno de ellos sea incorrecto ante los problemas contemporáneos, pero sí debemos aprender a emplearlos sin ambigüedades e incluso proponer mejoras que nos lleven a integrar a todos los sectores sociales de forma equitativa y no igualitaria, pues la primera ve por las condiciones de cada usuario y conforme a ello plantea los recursos y la segunda simplemente se basa en cifras técnicas.

Debemos vivir la ciudad aprovechando eficientemente cada espacio que nos otorga y siendo empáticos con todos sus usuarios y usuarias.

Referencias Bibliográficas.

1. Martín Lucía, La Ciudad Intensa. México. INFONAVIT, 2018.

2. Zaragoza Eduardo. Ciudad Vacía. México. INFONAVIT, 2018

Carlos Mendoza Cuateco es estudiante de arquitectura en el Tecnológico de Monterrey Campus Puebla. A lo largo de sus estudios ha desarrollado proyectos académicos y colaborado en despachos, llevando su vida académica y profesional de forma simultánea y equilibrada. Ha trabajado con arquitectos poblanos como Sergio Gallardo y Rogelio Sánchez, así como de forma independiente en conjunto con Diana Hernández, estudiante de arquitectura de la misma institución.

A inicios de 2020 se unió al American Institute of Architects como asociado internacional, tomando programas de educación continua, tales como “Building on What is Already There”; “Research in Architecture”; “Design With Your Ears”; entre otros.

Actualmente continúa sus estudios de arquitectura y colabora en el despacho de arquitectura “7275”, así como mantiene su gusto por la escritura en temas de urbanismo y diseño.

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