Chiapas: retrospectiva y una reflexión presente

elmuitec
4 min readSep 17, 2020

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Por Irina María de la Peña Toledo

La cultura y su sabiduría colectiva son fenómenos sociales que se desarrollan y transforman a través del tiempo mediante los cambios que experimentan en su contexto. En el caso de México, muchas de las culturas prehispánicas han desaparecido, pero las culturas chiapanecas mantienen el vivo recuerdo de nuestra herencia. Chiapas es una zona con la mayor riqueza histórica, natural, arqueológica, del arte y tradiciones. Sin embargo, es un estado extremadamente rico lleno de pobreza. Otra de las características permanentes de esta zona parece ser su separación de la sociedad modernizada del México independiente, la cual en el último siglo se ha peleado por cambiar.

Al mirar atrás a la historia de las culturas mesoamericanas, podemos admirar toda la “telaraña de significados”, como la llama Max Weber, que compone a las culturas chiapanecas a lo largo de la historia. Algo característico de las culturas antiguas fue su sabiduría en conexión a los fenómenos naturales, desde la simbología como el Canamayté, la numerología del 7 y los 13 cielos, y su conocimiento astronómico y del tiempo aplicado en sus calendarios tan precisos a ciclos de agricultura y los rituales. Es importante entender cómo estos elementos simbólicos permanecen en el Chiapas de hoy, en el animismo, los rituales. También, los textiles y el telar de cintura son un claro ejemplo de esto.

Esta práctica se pasa entre generaciones y está ligada a la fertilidad de la mujer como creadora de vida, así como al simbolismo como el rombo del universo que marca la tierra, el cielo y el inframundo, e indica fechas de siembra y cosecha. O los símbolos utilizados por Tania en sus textiles como lo son las montañas, las estrellas y el maíz. Aprender y escuchar de Tania y Alberto que viven esta tradición no sólo me informo de todo lo que hay detrás de este proceso, sino que me inspiró a compartir y colaborar para su apreciación.

Sobre la situación del Estado, en el siglo pasado se enfrentó a situaciones como los ejidos, el mal morado y los procesos de modernización e integración a la agenda mestiza del gobierno como ilustrado por Rosalva Hernández en su libro La Otra Frontera. De esto se pueden aprender 2 cosas. La primera que las soluciones dadas por el gobierno no eran para el beneficio de los chiapanecos ya que eran vistos como “el problema indígena”, sino para el interés nacional, problema que tristemente sigue siendo la realidad actual. Pero la segunda, y más importante, fue la perseverancia de la gente aún tras el intento de despojo de su identidad, el encontrar maneras de seguir hablando sus lenguas y encontrar en la llegada de la religión católica y sus ramas una nueva colectividad sin perder su esencia. Esto en especial visto con la llegada de Don Samuel.

La llegada del Obispo Don Samuel marcó un antes y un después en la postura de actores externos hacia los chiapanecos. Él llegó a evangelizar, pero transformó completamente su perspectiva al apreciar la capacidad religiosa de la gente. Aunque aún no se le llamaba por el nombre de Teología de la liberación, se vio este fenómeno en el que se tomó la realidad para poder aplicar la religión. Como nos explicó el Padre Alfredo, se tomó una postura que no era meramente evangelizadora, sino que reconocía a Dios al hacer su justicia y ayudar a las personas chiapanecas como lo fue con el Congreso Indígena de 1974 para apelar a temas de la tierra, la educación, el comercio, los derechos y la cultura indígena cómo nos platicó Marcos Girón de su impacto. Y en mi opinión, más allá de todo lo logrado por Don Samuel durante su vida, lo que debemos introyectar y aplicar como país son esas ideas e iniciativa de no querer cambiar del todo a las comunidades chiapanecas para que se asimilen a el resto de México, pero lograr un verdadero sincretismo desde su realidad y en el que se busque antes que nada la conservación de todo lo que construye y da valor a Chiapas.

También, en el presente el estado de Chiapas sigue encontrándose en situaciones precarias en el progreso moderno y la estabilidad económica al tener solo un 6% de población no vulnerable o pobre (García, M. 2020), esto demuestra cómo al ser un lugar tan rico en lo cultural, en la parte económica presenta un rezago impresionante y el mayor reto para nosotros que nos importa esta problemática después de empaparnos con toda la magnificencia de la gente de Chiapas y su potencial. El encontrar mecanismos de progreso para Chiapas desde una visión de enaltecer las tradiciones y conocimientos, para compartir con nuestra gente y el mundo la grandeza de estos pueblos.

En todos los aprendizajes pudimos darnos cuenta del grado al que se ha relegado a Chiapas y a su gente a un segundo plano en los intereses del gobierno y el resto de la sociedad mexicana. Como se quiere reconocer al indígena muerto, pero la riqueza viviente se olvida a menos que estemos presentándola a los turistas o en un museo. Sin embargo, en esta cuestión es donde yo más rescato la otra mitad de nuestro curso, la interculturalidad que se basa en una relación horizontal y el entrelazamiento de dos grupos en contacto. Resalto este concepto y sus características de la cooperación, la convivencia, el reconocimiento mutuo y el intercambio de saberes y experiencias como un principio que debe regir el futuro de nuestra relación con estas culturas y la idea que no solo se intenta transmitir con proyectos como Kolaval, sino en un futuro yo con mi entorno personal al igual que como internacionalista.

Referencias

Rosalva Aída Hernández Castillo. (2001). La otra frontera: identidades múltiples en el Chiapas poscolonial. México: Centro de investigaciones y estudios superiores en antropología social.

Mirian García, comunicación personal, 1 de julio de 2020.

Padre Alfredo Zepeda, comunicación personal, 29 de julio de 2020.

Marcos Girón, comunicación personal, 16 de julio de 2020.

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